Liturgia Católica
Una Santa Católica Apostólica
Visible, Infalible e Indefectible
Avisos Espirituales
INSTRUCCIÓN Y CAUTELAS
1. El alma que quiere llegar en breve al
santo recogimiento, silencio espiritual, desnudez y pobreza de espíritu, donde
se goza el pacífico refrigerio del Espíritu Santo, y se alcanza unidad con Dios,
y librarse de los impedimentos de toda criatura de este mundo, y defenderse de
las astucias y engaños del demonio, y libertarse de sí mismo, tiene necesidad de
ejercitar los documentos siguientes, advirtiendo que todos los daños que el alma
recibe nacen de los enemigos ya dichos, que son: mundo, demonio y carne.
2. El mundo es el enemigo menos
dificultoso: el demonio es más oscuro de
entender; pero la carne es más tenaz que todos, y duran sus acometimientos
mientras dura el hombre viejo.
3. Para vencer a uno de estos enemigos es
menester vencerlos a todos tres; y enflaquecido uno, se enflaquecen los otros
dos, y vencidos todos tres, no le queda al alma más guerra.
CONTRA EL MUNDO
4. Para librarte
perfectamente del daño que te
puede hacer el mundo, has de usar de tres cautelas.
Primera
cautela.
5. La primera es que acerca de todas las personas
tengas igualdad de amor e igualdad de olvido, ahora sean deudos, ahora no,
quitando el corazón de estos tanto como de aquellos y aun en alguna manera más
de parientes, por el temor de que la carne y sangre no se avive con el amor
natural que entre los deudos siempre vive, el cual conviene mortificar para la
perfección espiritual. Tenlos todos como por extraños, y de esa manera cumples
mejor con ellos que poniendo la afición que debes a Dios en ellos.
6. No ames a una persona más que a
otra, que errarás; porque aquel es digno de más amor que Dios ama más, y no
sabes tú a cuál ama Dios más. Pero olvidándolos tú igualmente a todos, según te
conviene para el santo recogimiento, te librarás del yerro de más y menos en
ellos.
No pienses nada de ellos, no trates nada de ellos, ni bienes ni males,
y huye de ellos cuanto buenamente pudieres, y si esto no guardas, no sabrás ser
religioso, ni podrás llegar al santo recogimiento ni librarte de las
imperfecciones. Y si en esto te quisieres dar alguna licencia, o en uno o en
otro te engañará el demonio, o tú a ti mismo, con algún color de bien o de mal.
En hacer esto hay seguridad, y
de otra manera no te podrás librar de las
imperfecciones y daños que saca el alma de las criaturas.
Segunda
cautela.
7. La segunda cautela contra el mundo es
acerca de los bienes temporales; en lo cual es menester, para librarse de veras
de los daños de este género y templar la demasía del apetito, aborrecer toda
manera de poseer y ningún cuidado le dejes tener acerca de ello: no de comida,
no de vestido ni de otra cosa criada, ni del día de mañana, empleando ese
cuidado en otra cosa más alta, que es en buscar el reino de Dios, esto es, en no
faltar a Dios; que lo demás, como Su Majestad dice, nos será añadido (Mt. 6,
33), pues no ha de olvidarse de ti el que tiene cuidado de las bestias. Con esto
adquirirás silencio y paz en los sentidos.
Tercera cautela.
8. La
tercera cautela es muy necesaria para que te sepas guardar en el convento
de todo daño acerca de los religiosos; la cual, por no la tener muchos, no
solamente perdieron la paz y bien de su alma, pero vinieron y vienen
ordinariamente a dar en grandes males y pecados. Esta es que guardes con toda
guarda de poner el pensamiento y menos la palabra en lo que pasa en la
comunidad; qué sea o haya sido ni de algún religioso en particular, no de su
condición, no de su trato, no de sus cosas, aunque más graves sean, ni con color
de celo ni de remedio, sino a quien de derecho conviene, decirlo a su tiempo; y
jamás te escandalices ni maravilles de cosas que veas ni entiendas, procurando
tú guardar tu alma en el olvido de todo aquello.
9. Porque si quieres mirar
en algo, aunque vivas entre ángeles, te parecerán muchas cosas no bien, por no
entender tú la sustancia de ellas. Para lo cual toma ejemplo en la mujer de Lot
(Gn. 19, 26), que porque se alteró en la perdición de los sodomitas, volviendo la
cabeza a mirar atrás, la castigó el Señor volviéndola en estatua y piedra de
sal. Para que entiendas que, aunque vivas entre demonios, quiere Dios que de tal
manera vivas entre ellos, que ni vuelvas la cabeza del pensamiento a sus cosas,
sino que las dejes totalmente, procúranlo tú traes tu alma pura y entera en
Dios, sin que un pensamiento de eso ni de esotro te lo estorbe.
Y para esto
ten por averiguado que en los conventos y comunidades nunca ha de faltar algo en que tropezar, pues nunca faltan
demonios que procuren derribar los santos, y
Dios lo permite para ejercitarlos y probarlos.
Y, si tú no te guardas, como
está dicho, como si no estuvieses en casa, no sabrás ser religioso, aunque más
hagas, ni llegar a la santa desnudez y recogimiento, ni librarte de los daños que
hay en esto; porque no lo haciendo así, aunque más buen fin y celo lleves, en
uno en otro te cogerá el demonio y harto cogido estás cuando ya das lugar a
distraer el alma en algo de ello; y acuérdate de lo que dice el apóstol
Santiago: Si alguno piensa que es religioso, no refrenando su lengua, la religión de este vana es (1, 26). Lo cual
se entiende no menos de la lengua interior que
de la exterior.