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Catecismo de la Iglesia Católica
PRIMERA PARTE
LA PROFESIÓN DE LA FE
SEGUNDA SECCIÓN:
LA PROFESIÓN DE LA FE CRISTIANA
CAPÍTULO TERCERO:CREO EN EL ESPÍRITU SANTO
ARTÍCULO 9
“CREO EN LA SANTA IGLESIA CATÓLICA”
“CREO EN LA SANTA IGLESIA CATÓLICA”
Párrafo 5
LA COMUNIÓN DE LOS SANTOS
946 Después de haber confesado "la Santa Iglesia católica", el Símbolo de los Apóstoles
añade "la comunión de los santos". Este artículo es, en cierto modo, una explicitación
del anterior: "¿Qué es la Iglesia, sino la asamblea de todos los santos?" (San Nicetas
de Remesiana, Instructio ad competentes 5, 3, 23 [Explanatio Symboli, 10]: PL 52,
871). La comunión de los santos es precisamente la Iglesia.
947 "Como todos los creyentes forman un solo cuerpo, el bien de los unos se comunica
a los otros [...] Es, pues, necesario creer [...] que existe una comunión de bienes
en la Iglesia. Pero el miembro más importante es Cristo, ya que Él es la cabeza
[...] Así, el bien de Cristo es comunicado [...] a todos los miembros, y esta comunicación
se hace por los sacramentos de la Iglesia" (Santo Tomás de Aquino, In Symbolum Apostolorum
scilicet «Credo in Deum» expositio, 13). "Como esta Iglesia está gobernada por un
solo y mismo Espíritu, todos los bienes que ella ha recibido forman necesariamente
un fondo común" (Catecismo Romano, 1, 10, 24).
948 La expresión "comunión de los santos" tiene, pues, dos significados estrechamente
relacionados: "comunión en las cosas santas [sancta]" y "comunión entre las personas
santas [sancti]".
Sancta sanctis [lo que es santo para los que son santos] es lo que se proclama por
el celebrante en la mayoría de las liturgias orientales en el momento de la elevación
de los santos dones antes de la distribución de la comunión. Los fieles (sancti)
se alimentan con el cuerpo y la sangre de Cristo (sancta) para crecer en la comunión
con el Espíritu Santo (Koinônia) y comunicarla al mundo.
I. La comunión de los bienes espirituales
949 En la comunidad primitiva de Jerusalén, los discípulos "acudían [...] asiduamente
a la enseñanza de los Apóstoles, a la comunión, a la fracción del pan y a las oraciones"
(Hch 2, 42):
La comunión en la fe. La fe de los fieles es la fe de la Iglesia recibida de los
Apóstoles, tesoro de vida que se enriquece cuando se comparte.
950 La comunión de los sacramentos. “El fruto de todos los Sacramentos pertenece
a todos. Porque los Sacramentos, y sobre todo el Bautismo que es como la puerta
por la que los hombres entran en la Iglesia, son otros tantos vínculos sagrados
que unen a todos y los ligan a Jesucristo. Los Padres indican en el Símbolo que
debe entenderse que la comunión de los santos es la comunión de los sacramentos
[...]. El nombre de comunión puede aplicarse a todos los sacramentos puesto que
todos ellos nos unen a Dios [...]. Pero este nombre es más propio de la Eucaristía
que de cualquier otro, porque ella es la que lleva esta comunión a su culminación”
(Catecismo Romano, 1, 10, 24).
951 La comunión de los carismas: En la comunión de la Iglesia, el Espíritu Santo
"reparte gracias especiales entre los fieles" para la edificación de la Iglesia
(LG 12). Pues bien, "a cada cual se le otorga la manifestación del Espíritu para
provecho común" (1 Co 12, 7).
952 “Todo lo tenían en común” (Hch 4, 32): "Todo lo que posee el verdadero cristiano
debe considerarlo como un bien en común con los demás y debe estar dispuesto y ser
diligente para socorrer al necesitado y la miseria del prójimo" (Catecismo Romano,
1, 10, 27). El cristiano es un administrador de los bienes del Señor (cf. Lc 16,
1, 3).
953 La comunión de la caridad: En la comunión de los santos, "ninguno de nosotros
vive para sí mismo; como tampoco muere nadie para sí mismo" (Rm 14, 7). "Si sufre
un miembro, todos los demás sufren con él. Si un miembro es honrado, todos los demás
toman parte en su gozo. Ahora bien, vosotros sois el cuerpo de Cristo, y sus miembros,
cada uno por su parte" (1 Co 12, 26-27). "La caridad no busca su interés" (1 Co
13, 5; cf. 1 Co 10, 24). El menor de nuestros actos hecho con caridad repercute
en beneficio de todos, en esta solidaridad entre todos los hombres, vivos o muertos,
que se funda en la comunión de los santos. Todo pecado daña a esta comunión.
II. La comunión entre la Iglesia del cielo y la de la tierra
954 Los tres estados de la Iglesia. «Hasta que el Señor venga en su esplendor con
todos sus ángeles y, destruida la muerte, tenga sometido todo, sus discípulos, unos
peregrinan en la tierra; otros, ya difuntos, se purifican; mientras otros están
glorificados, contemplando "claramente a Dios mismo, uno y trino, tal cual es"»
(LG 49):
«Todos, sin embargo, aunque en grado y modo diversos, participamos en el mismo amor
a Dios y al prójimo y cantamos el mismo himno de alabanza a nuestro Dios. En efecto,
todos los que son de Cristo, que tienen su Espíritu, forman una misma Iglesia y
están unidos entre sí en Él» (LG 49).
955 "La unión de los miembros de la Iglesia peregrina con los hermanos que durmieron
en la paz de Cristo de ninguna manera se interrumpe. Más aún, según la constante
fe de la Iglesia, se refuerza con la comunicación de los bienes espirituales" (LG
49).
956 La intercesión de los santos. "Por el hecho de que los del cielo están más íntimamente
unidos con Cristo, consolidan más firmemente a toda la Iglesia en la santidad [...]
No dejan de interceder por nosotros ante el Padre. Presentan por medio del único
mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, los méritos que adquirieron en
la tierra [...] Su solicitud fraterna ayuda, pues, mucho a nuestra debilidad" (LG
49):
«No lloréis, os seré más útil después de mi muerte y os ayudaré más eficazmente
que durante mi vida» (Santo Domingo, moribundo, a sus frailes: Relatio iuridica
4; cf. Jordán de Sajonia, Vita 4, 69).
Pasaré mi cielo haciendo el bien sobre la tierra (Santa Teresa del Niño Jesús, verba).
957 La comunión con los santos. "No veneramos el recuerdo de los del cielo tan sólo
como modelos nuestros, sino, sobre todo, para que la unión de toda la Iglesia en
el Espíritu se vea reforzada por la práctica del amor fraterno. En efecto, así como
la unión entre los cristianos todavía en camino nos lleva más cerca de Cristo, así
la comunión con los santos nos une a Cristo, del que mana, como de fuente y cabeza,
toda la gracia y la vida del Pueblo de Dios" (LG 50):
«Nosotros adoramos a Cristo porque es el Hijo de Dios; en cuanto a los mártires,
los amamos como discípulos e imitadores del Señor, y es justo, a causa de su devoción
incomparable hacia su rey y maestro; que podamos nosotros, también, ser sus compañeros
y sus condiscípulos (Martirio de san Policarpo 17, 3: SC 10bis, 232 (Funk 1, 336)).
958 La comunión con los difuntos. «La Iglesia peregrina, perfectamente consciente
de esta comunión de todo el cuerpo místico de Jesucristo, desde los primeros tiempos
del cristianismo honró con gran piedad el recuerdo de los difuntos y también ofreció
sufragios por ellos; "pues es una idea santa y piadosa orar por los difuntos para
que se vean libres de sus pecados" (2 M 12, 46)"» (LG 50). Nuestra oración por ellos
puede no solamente ayudarles, sino también hacer eficaz su intercesión en nuestro
favor.
959 En la única familia de Dios. "Todos los hijos de Dios y miembros de una misma
familia en Cristo, al unirnos en el amor mutuo y en la misma alabanza a la Santísima
Trinidad, estamos respondiendo a la íntima vocación de la Iglesia" (LG 51).
Resumen
960 La Iglesia es "comunión de los santos": esta expresión designa primeramente
las "cosas santas" (sancta), y ante todo la Eucaristía, "que significa y al mismo
tiempo realiza la unidad de los creyentes, que forman un solo cuerpo en Cristo"
(LG 3).
961 Este término designa también la comunión entre las "personas santas" (sancti)
en Cristo que ha "muerto por todos", de modo que lo que cada uno hace o sufre en
y por Cristo da fruto para todos.
962 "Creemos en la comunión de todos los fieles cristianos, es decir, de
los que peregrinan en la tierra, de los que se purifican después de muertos
y de los que gozan de la bienaventuranza celeste, y que todos se unen en una
sola Iglesia; y creemos igualmente que en esa comunión está a nuestra disposición
el amor misericordioso de Dios y de sus santos, que siempre ofrecen oídos atentos
a nuestras oraciones" (Pablo VI, Credo del Pueblo de Dios, 30).