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La Gracia Santificante
CATECISMO
IV. LA SANTIFICACIÓN DE LA
VIDA CRISTIANA. LA GRACIA (1987-2029)
251. ¿Podemos con nuestras propias fuerzas cumplir todos los
mandamientos y ganar el cielo?
-No podemos, sólo con nuestras fuerzas, cumplir todos los
mandamientos ni ganar el cielo, porque necesitamos el auxilio de la gracia.
252. ¿Qué es la gracia?
- La gracia es un don sobrenatural que Dios nos concede para
alcanzar la vida eterna.
253. ¿Cuántas clases hay de gracia?
- Hay dos clases de gracia:
la gracia santificante y la gracia
actual.
254. ¿A qué llamamos gracia santificante?
- Llamamos gracia santificante a la que
nos hace hijos de Dios y he
rederos del cielo.
255. ¿Cómo se pierde la gracia santificante?
- La gracia santificante
se pierde por el pecado mortal.
256. ¿Cuáles son los medios Principales Para alcanzar la gracia
santificante?
- Los medios principales para alcanzar la gracia santificante son:
la oración Y los Sacramentos.
Es un don sobrenatural, interior y permanente, que Dios nos otorga,
por mediación de Jesucristo, para nuestra salvación
Don sobrenatural: Supera la naturaleza humana
Don
permanente: Mora en el alma mientras se está en gracia, sin
pecado mortal
Toda alma pura exenta de pecado mortal está en gracia.
Sólo Dios da la gracia
santificante.
Todas las gracias son concedidas por los méritos de Jesucristo.
Dios nos da la gracia
santificante para salvarnos.
La gracia santificante comunica a nuestra alma la vida sobrenatural
La
gracia santificante es una participación de la vida divina. Esta
vida divina no le es natural al hombre, le es añadida a su naturaleza. La gracia
nos hace semejantes a Dios.
La gracia santificante hace el alma sea capaz de conocer a Dios como
El se conoce, de amarle como el se ama, de vivir su vida divina.
La vida sobrenatural no tiene fin.
La
vida sobrenatural es la más perfecta, la única que importa.
La vida sobrenatural comienza con el
bautismo.
La vida sobrenatural está al alcance de todos.
La gracia santificante nos hace justos o
santos
La gracia santificante purifica el alma, borra los pecados mortales
y la pena eterna.
La gracia santificante renueva el alma
La belleza del alma en estado de gracia
participa de la infinita
hermosura de Dios.
La gracia santificante nos hace hijos de Dios
La filiación divina es algo intermedio
entre la filiación natural y
la filiación adoptiva.
Dios tiene un sólo Hijo por naturaleza.
Dios nos hace partícipes de su naturaleza
y de su vida propia.
Hijos de Dios, qué dignidad!
...porque cualquiera que hiciere la
voluntad de mi Padre que está en
los cielos - el que se hallare en estado de gracia -, ése es mi hermano, ése es
mi hermana, ése es mi madre.
Más inclinado hallarás a Dios a compadecerte y a excusarte que a
condenarte sin piedad.
Pensemos con frecuencia que Dios, nuestro Padre, nos ama.
Debemos
abandonarnos a Dios.
Para someternos a la voluntad del Padre debemos:
a) Cumplir lo que El nos manda:
observar los mandamientos de Dios y
de la Iglesia, así como nuestros deberes de estado. Hacer las cosas ordinarias
con perfección no ordinaria.
b) Aceptar los males que Dios nos envía o que El permite. " Antes
ser gusano por la voluntad de Dios, que serafín por mi propia voluntad".
Debemos someternos
porque:
a) Dios es Padre todopoderoso, sabio y bueno.
" Lo que Dios hace está bien hecho".
b) La
sumisión es fuente de paz y felicidad.
c) La resignación es fuente de méritos.
La gracia santificante
nos hace hermanos de Cristo
Por la gracia santificante, somos hijos de Dios con Jesucristo; en
consecuencia, Cristo es realmente hermano nuestro.
Debemos tener confianza ilimitada en Cristo, en lo que
respecta a
nuestra salvación, a nuestros padecimientos y a nuestros negocios temporales.
Cristo padeció y murió por
conseguir nuestra salvación.
El cielo no está solo para los que conservaron la inocencia, sino
también para los que la recuperaron tras haberla perdido.
El dolor expía nuestra faltas personales, aumenta
los méritos para
el cielo y nos asemeja a Cristo, con tal que unamos nuestros padecimientos a los
de Cristo.
" Trabaja como si todo dependiera de ti; al mismo tiempo ten
confianza en Dios como si todo dependiera de El solo".
La gracia santificante nos hace amigos de
Cristo
" Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que os mando... Ya no os
llamaré siervo, antes bien os he llamado amigos.
Cristo declaró: No hay mayor prueba de amor que dar su vida
por los
amigos. Y por eso murió El por nosotros.
La gracia santificante nos hace miembros vivos de Cristo
La
unión del agua y el vino en el ofertorio de la Misa representa la
unión del pueblo fiel con Jesucristo su Cabeza.
La gracia santificante nos incorpora a Cristo.
Unidos
con Cristo por la gracia santificante nos hacemos uno con El:
Un sólo cuerpo místico. La cabeza es Cristo, los miembros somos nosotros;
miembros vivos, si estamos en gracia; miembros muertos si estamos en pecado
mortal.
La salvación consiste en estar unidos a Cristo, en entrar en la
unidad de su cuerpo.
Consecuencias de ser miembros de Cristo:
Estamos en El, vivimos en Cristo. Todo lo
que ha realizado Cristo lo
llevamos a cabo con El y en El.
El está en nosotros. Cristo vive en nosotros. Todo lo que hacemos lo
realiza Cristo con y en nosotros. "No soy yo el que vivo; Cristo es quien vive
en mí" (Gal 2, 20).
Somos los miembros de Cristo; luego existe la Comunión de los
Santos. Así como todos los miembros de un mismo cuerpo están unidos con su
cabeza única, igualmente lo están los miembros de Cristo: los justos en este
mundo, las ánimas del purgatorio, los bienaventurados del cielo.
Somos miembros de Cristo no solamente por el
alma sino también por
el cuerpo.
La gracia santificante nos hace hijos de María
"El corazón de María es tan tierno
para con nosotros que los de
todas las madres reunidas no son sino un pedazo de hielo al lado suyo"
La gracia santificante nos
hace hermanos de Cristo; en consecuencia,
la madre de nuestro hermano es nuestra madre.
Si María es madre de la Cabeza del Cuerpo Místico de Cristo, es
madre de los miembros, nuestra madre.
Madre de Cristo lo es según la naturaleza; madre nuestra, lo es
según la gracia.
María es medianera universal en la obtención y en la distribución de
las gracias divinas.
Cristo nos rescató del pecado por el consentimiento de ella.
La devoción de María
es prenda de salvación para los que están en
estado de gracia y para los pecadores de buena voluntad.
María es consoladora de los
afligidos
La gracia santificante nos hace miembros vivos de todos los justos.
Debemos
amarnos los unos a los otros porque:
Somos miembros del mismo cuerpo, del cuerpo místico de Cristo.
Lo
que le hacemos a nuestro prójimo se lo hacemos a Cristo.
Porque así lo manda expresamente Dios
La gracia
santificante nos hace templos de la Trinidad
"Si alguien me ama, mi Padre le amará y vendremos a él, y
estableceremos dentro de él nuestra morada".
El alma en estado de gracia es comparable a un pesebre, a un
copón,
a un templo y a un cielo vivo.
La presencia de Dios en nosotros debe originar una intimidad real.
La intimidad consiste en hablarle con familiaridad. Esta intimidad es fácil, es
un deber de cortesía, disminuye las tentaciones y el ascendiente del pecado,
consuela y conduce a la oración.
La gracia santificante nos hace templos del Espíritu
Santo
¿No sabéis que el que sois el templo de Dios y que el Espíritu Santo
habita en vosotros?
Dicha habitación es obra de amor.
La gracia santificante nos asegura una
resurrección gloriosa
La gracia santificante borra todos los pecados mortales y la pena
eterna.
La gracia santificante nos hace herederos del cielo.
"No me muero, entro en la vida". Santa
Teresa del niño Jesús.
Cuatro presagios de buena muerte: La oración, la devoción a María,
la devoción al Sagrado Corazón, la comunión frecuente.
Cristo resucitó; en consecuencia, siendo El
la cabeza y nosotros los
miembros, si la Cabeza resucitó, también los miembros resucitaremos con ella.
Así como en Adán mueren todos,
así todos serán vivificados en
Cristo.
La gracia santificante nos hace herederos del cielo
Si morimos en estado de gracia iremos al
cielo.
"Si somos hijos de Dios, somos también herederos; herederos de Dios
y coherederos de Cristo.
El cielo, según San Agustín, es: la exención de todo mal; la
felicidad perfecta; la felicidad eterna.
"Nada son los sufrimientos de la vida presente comparados con la
gloria que nos espera en el cielo" (2 Cor 4, 17).
El cielo es la florescencia de la gracia.
La gloria
del cielo no es sino el desarrollo de la gracia
santificante actual.
Si nos hallamos en estado de gracia poseemos el cielo en la tierra;
porque el cielo es Dios y Dios reside en el alma. tiene que alentarnos el
pensamiento del cielo venidero; pero al mismo tiempo ha de consolarnos el
pensamiento del cielo presente.
¿Cuales son nuestras obligaciones para con la gracia
santificante?
Debemos estimarla, conservarla con cuidado, procurar recobrarla
cuando hemos tenido la desgracia de perderla, acrecentarla siempre y propagarla.
¿Por qué hemos de
estimar la Gracia Santificante?
Porque es el tesoro de Dios y del Hombre
Para merecernos el cielo,
Cristo derramó hasta la última gota de su
sangre.
La gracia santificante es el único y verdadero tesoro, valioso entre
todos.
"¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo, si llega a perder su
ama?" (Mt 166, 26)
¿Cómo se conserva la Gracia santificante ?
Evitando el pecado
mortal
Los medios principales para evitarlo son:
El recuerdo de la postrimerías
La
huida de las ocasiones de pecado
La mortificación
La huida de la ociosidad
La oración
La
frecuencia de los sacramentos
La devoción a María
La lucha contra las tentaciones
¿Cómo se pierde la Gracia santificante ?
Por cualquier pecado mortal
Condiciones para el pecado mortal:
Materia grave, plena conciencia y
pleno consentimiento.
El pecado mortal ofende a Dios Padre. Ultraja su autoridad y su
bondad.
El pecado mortal ofende a Jesucristo. En el alma del pecador, el
pecado crucifica a Cristo. El pecado inutiliza, para el pecador, la muerte de
Cristo.
El pecado mortal ofende al Espíritu Santo. El pecador profana un
templo vivo: Su alma.
El pecado mortal nos hace perder la gracia santificante.
El pecado mortal mata el
alma.
El pecado mortal afea el alma ante Dios.
El pecado mortal expulsa a Dios de nuestra alma.
El
pecado mortal nos hace enemigos de Dios y esclavos del demonio.
El pecado mortal nos hace dignos de las penas
del infierno.
El pecado mortal causa la pérdida de los méritos adquiridos.
El pecado mortal atormenta el
alma, la desgarra por el
remordimiento.
La gracia santificante se recobra por el sacramento de la
Penitencia.
Para recobrar la gracia santificante debemos tener contrición de
nuestros pecados. La contrición no es solamente el dolor de haber ofendido a
Dios, es asimismo el firme propósito de no ofender más a Dios en lo venidero.
Hay que volverse a levantar
cuantas veces se recae.
Para recobrar la gracia santificante debemos confesar nuestros
pecados.
La confesión ha de ser íntegra.
La confesión condona los pecados, la pena eterna y parte de las
penas temporales.
La confesión devuelve la gracia santificante, las virtudes
sobrenaturales y los dones del Espíritu Santo.
El sacramento de la penitencia acrecienta la gracia a cuantos
lo
reciben en estado de gracia.
La confesión devuelve los méritos de las buenas obras.
La confesión procura
gracias actuales sacramentales, que ayudan a
expiar los pecados y a no recaer en ellos.
La confesión regocija el corazón de Dios y de los ángeles.
La
confesión regocija el corazón del penitente.
La Gracia santificante se recobra por la contrición
perfecta
La contrición perfecta es un dolor de haber ofendido a Dios, por ser
Dios infinitamente bueno y perfecto en Sí mismo. Dimana del amor perfecto de
Dios. Para ello basta rezar, sobre todo de corazón el acto de contrición.
La contrición perfecta condona, por
sí misma, los pecados, sin la
confesión. Es obligatorio confesar todos los pecados mortales ya remitidos por
la contrición perfecta, porque es precepto divino confesar todos los pecados
mortales.
La gracia santificante se acrecienta por los sacramentos recibidos
en estado de gracia
La gracia santificante se acrecienta por toda obra buena hecha en
estado de gracia y hecha con intención sobrenatural.
Hay tres clases de obras buenas: la oración, que encierra
las obras
de piedad; el ayuno, que cifra todas las obras de mortificación; la limosna, que
representa las obras de caridad.
Cualquier obra buena aumenta la gracia santificante y la gloria
eterna; condona las penas temporales y los pecados veniales; logra favores
espirituales y temporales.
El grado de gracia santificante que tuviéramos será la medida de
nuestra gloria por la eternidad.
Que el más santo,
más
sagrado,
más
adorable,
más incomprensible e inefable Nombre de Dios
sea por siempre
alabado, bendecido, amado, adorado y glorificado,
en el Cielo, en la tierra y
bajo la tierra, por todas
las criaturas de Dios y por el Sagrado Corazón de
Nuestro Señor Jesucristo
en el Santísimo Sacramento del Altar.
Amén.