Divina Gratia

Liturgia Católica

Imitación de Cristo

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LIBRO PRIMERO

CAPÍTULO 20

DEL AMOR A LA SOLEDAD Y AL SILENCIO

1. Busca tiempo a propósito para estar contigo y piensa a menudo en las beneficios de Dios. Deja las cosas curiosas: lee tales materias, que te den más compunción que ocupación. Si te apartares de conversaciones superfluas y de andar ocioso y de oír noticias y murmuraciones, hallarás tiempo suficiente y a propósito para entregarte a santas meditaciones. Los mayores Santos evitaban cuanto podían la compañía de los hombres, y elegían el vivir para Dios en su retiro.


2. Dijo uno: (Cuantas veces estuve entre los hombres, volví menos hombre» (1). Lo cual experimentamos cada día cuando hablamos mucho.
Más fácil cosa es callar siempre que hablar sin errar. Más fácil es encerrarse en su casa que guardarse del todo fuera de ella. Por esto, al que quiere llegar a las cosas interiores y espirituales le conviene apartarse con Jesús de la gente. Ninguno se muestra seguro en público, sino el que se esconde voluntariamente.
Ninguno habla con acierto, sino el que calla de buena gana. Ninguno preside dignamente, sino el que se sujeta con gusto. Ninguno manda con razón, sino el que aprendió a obedecer sin replicar.


3. Nadie se alegra, seguramente, sino quien tiene el testimonio de la buena conciencia. Pues la seguridad de los Santos siempre estuvo llena de temor divino.
Ni por eso fueron menos solícitos y humildes en sí, aunque resplandecían en grandes virtudes y gracias.
Pero la seguridad de los malos nace de la soberbia y presunción, y al fin se convierte en su mismo engaño. Nunca te tengas por seguro en esta vida, aunque parezcas buen religioso o devoto ermitaño.


4. Los muy estimados por buenos, muchas veces han caído en graves peligros por su mucha confianza.
Por lo cual es utilísimo a muchos que no les falten del todo tentaciones y que sean muchas chas veces combatidos, porque no se aseguren demasiado de sí propios, porque no se levanten con soberbia, ni tampoco se entreguen demasiadamente a los consuelos exteriores.
¡Oh, quién nunca buscase alegría transitoria! ¡Oh, quién nunca se ocupase en el mundo, y cuán buena conciencia guardaría!
¡Oh, quién quitara de sí todo vano cuidado, y pensase solamente las cosas saludables y divinas, y pusiese toda su esperanza en Dios, cuánta paz y sosiego poseería!



5. Ninguno es digno de la consolación celestial si no se ejercitare con diligencia en la santa contrición.
Si quieres arrepentirte de corazón, entra en tu retiro, y destierra de ti todo bullicio del Mundo, según está escrito: Contristaos en vuestros aposentos (Salmo 4, 5). En la celda hallarás lo que perderás muchas veces por de fuera.
El retiro usado se hace dulce, y el poco usado causa hastío. Si al principio de tu conversión le frecuentares y guardares bien, te será después dulce amigo y agradable consuelo.


6. En el silencio y sosiego aprovecha el alma devota y aprende los secretos de las Escrituras. Allí halla arroyos de lágrimas con que lavarse y purificarse todas las noches, para hacerse. Tanto más familiar a su Hacedor cuanto más se desviare del tumulto del siglo. Y así el que se aparta de sus amigos y conocidos, estará más cerca de Dios y de sus santos ángeles. Mejor es esconderse y cuidar de sí, que con descuido propio hacer milagros. Muy loable es al hombre religioso salir fuera pocas veces, huir de que le vean y no querer ver a los hombres.


7. ¿Para qué quieres ver lo que no te conviene tener? El mundo pasa y sus deleites (1 Jn., 2, 1'7). Los deseos sensuales nos llevan a pasatiempos; más, pasada aquella hora, ¿qué nos queda, si no pesadumbre de conciencia y derramamiento de corazón? La salida alegre causa muchas veces triste vuelta, y la alegre trasnochada hace triste mañana. Así, todo gozo carnal entra blandamente; más al cabo, muerde y mata.
¿Qué puedes ver en otro lugar, que aquí no lo veas? Aquí ves el cielo y la tierra y todos los elementos, y de estos fueron hechas todas las cosas.


8. ¿Qué puedes ver en algún lugar, que permanezca mucho tiempo debajo del sol? ¿Piensas, acaso, satisfacer tu apetito? Pues no lo alcanzarás. Si vieses todas las cosas delante de ti, ¿qué sería sino una vista vana? Alza tus ojos a Dios en el cielo, y ruega por tus pecados y negligencias.
Deja lo vano a los vanos, y tú ten cuidado de lo que te manda Dios. Cierra tu puerta sobre ti, y llama a tu amado Jesús; permanece con Él en tu aposento, que no hallarás en otro lugar tanta paz.
Si no salieras ni oyeras noticias, mejor perseverarías en santa paz. Pues te huelgas de oír algunas veces novedades, conviénete sufrir inquietudes de corazón.