Glorias de María

Refugio de pecadores

arrepentidos

María es madre de los pecadores arrepentidos

1. María socorre al pecador que abandona el mal Declaró María a santa Brígida que ella no sólo es madre de justos e inocentes, sino también de los pecadores que deseen enmendarse.
Cuando un pecador recurre a María con deseo de enmendarse, encuentra a esta buena madre de misericordia pronta a abrazarlo y ayudarle, mejor de lo que lo hiciera cualquier otra madre.
Esto es lo que escribió el papa san Gregorio a la princesa Matilde: “Abandona el deseo de pecar y encontrarás a María, te lo aseguro, más pronta para amarte que la madre que te dio el ser”.

Pero quien aspire a ser hijo de esta madre maravillosa es necesario que primero deje el pecado, y entonces podrá confiar en ser aceptado por hijo.
Sobre las palabras “se levantaron sus hijos” (Pr 31, 28), reflexiona Ricardo de San Lorenzo y advierte que, primero, se dice “se levantaron, y, después, “sus hijos”; porque, añade, no puede ser hijo de María quien no busca primero levantarse de la culpa donde ha caído.
Si es cierto, como dice san Pedro Crisólogo, “que reniega de su madre quien no imita sus virtudes”, lo es que quien se porta al contrario de María niega con sus obras querer ser su hijo.

María humilde, ¿y él quiere ser soberbio? María purísima, ¿y él deshonesto? María llena de amor, ¿y él odiando al prójimo? Da muestras de que ni es ni quiere ser hijo de tan santa madre.
“Los hijos de María -añade Ricardo de San Lorenzo- han de ser sus imitadores en la castidad, en la humildad, en la mansedumbre, en la misericordia”. ¿Y cómo pretenderá ser hijo de María quien tanto la contraría con su mala vida? Dijo un pecador a María: “Muestra que eres mi madre”. Y la Virgen le respondió: “Demuestra que eres mi hijo”.
Otro pecador invocaba a esta divina Madre y la llamaba madre de misericordia.
Y le dijo María: “Vosotros pecadores, cuando queréis que os ayude, me llamáis madre de misericordia; pero entre tanto no cesáis con vuestros pecados de hacerme madre de miserias y dolores”.
“Maldito el que exaspera a su madre” (Ecclo 3, 18).
Dios maldice al que aflige con su mala vida y con su obstinación a esta su santa Madre.
He dicho con su obstinación porque el pecador, aun cuando no haya roto las cadenas del pecado, si se obstina en salir del pecado y por eso busca la ayuda de María, esta madre no dejará de socorrerlo y tornarlo a la gracia de Dios.
Cosa que oyó santa Brígida de boca de Jesucristo, que hablando con María le dijo: “Auxilias a todo el que se esfuerza por elevarse hacia Dios y a nadie dejas privado de tus consuelos”.

Mientras el pecador permanece obstinado, María no puede amarlo; pero si se encuentra encadenado por cualquier pasión que lo hace esclavo del infierno y al menos se encomienda a la Virgen y le suplica con confianza y perseverancia que lo saque del pecado, sin duda que esta buena madre le tenderá su poderosa mano, lo librará de las cadenas y lo conducirá a esta de salvación.

Es herejía condenada por el Concilio de Trento decir que todas las oraciones y obras que se hacen en pecado son pecado.
Dice san Bernardo que las plegarias en boca del pecador, si bien no son hermosas porque no van acompañadas de la caridad, sin embargo son útiles y provechosas para salir del pecado porque, como lo enseña santo Tomás, aunque la oración del pecador no es meritoria, es muy apta para impetrar la gracia del perdón, pues la gracia de impetrar no se funda en el mérito del que ruega, sino en la bondad divina y en los méritos y promesas de Jesucristo, que ha dicho: “Todo el que pide, recibe” (Lc 11, 10).
Lo mismo hay que decir de las plegarias que se dirigen a la Madre de Dios.

Sea bendita, la Santa Inmaculada Concepción de la Santísima, Virgen María