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Artículo II.


Avisos pera la oración mental en general.

1.º Nunca podremos tener verdadero espíritu de devoción ni de oración, si no, hemos procurado borrar todas las ideas de la vida pasada junto con las imágenes y recuerdos de esa infinidad de objetos que alimentan nuestro amor propio y vanidad.

2.º En la oración no debe perseguirse más fin que el de perfeccionar la voluntad, y no solo el de salir más iluminados.

3.º Lo único que en la oración impide que la voluntad se dirija derechamente hacia el bien y se caliente, son nuestros pecados y malas inclinaciones. Quitado este obstáculo, la voluntad se inflamará sin necesidad de muchos discursos.

4.º Aquello que más nos haya llamado la atención durante el día, no dejar de representárselos en la oración con más intensidad que durante otros trabajos. Esto se debe a que estando el espíritu más sosegado, está mejor dispuestos para recibir toda clase de impresiones que pueden turbarlo con más intensidad que en otros momentos en que las ocupaciones distraen.

5.º Antes de la oración es necesario arreglar y disponer bien las potencias: la imaginación, por la representación de un lugar donde pueda fijarse; la memoria, por la distribución de los puntos; el entendimiento y la voluntad, llevando prevista alguna cosa particular que se propone como fin de la meditación: profundizar una verdad, aficionarse a una virtud, combatir un vicio.

6.º  Una buena manera de orar, según el Santo obispo de Ginebra, es ponerse ante Dios en silencio al comienzo de la oración, y allá, sin discurrir, quedarse en la presencia de Dios como escuchándolo, aunque no merezcamos que Él nos hable. Nos concederá esta gracia cuando nosotros, obedeciendo a sus inspiraciones, tantas veces desordenadas, hayamos satisfecho de alguna manera a su justicia.

7.º Algunos en la oración, dejando la Santa Humanidad, se elevan a la contemplación de la Divinidad. Esta conducta es generalmente temeraria y mala; y si se sondea a estas personas hasta el fondo del alma, se encontrará que están llenas de imperfecciones, de apegos a su criterio, de orgullo, de amor propio. Antes de querer subir tan alto, es necesario aplicarse al propio conocimiento y a la pureza de corazón. El camino más seguro para estas almas es conducirlas a la meditación de los misterios de Jesucristo y de las virtudes, sobre todo de la mortificación y humildad.

8.º La oración presupone un alma sosegada y recogida, que no está agitada por pasiones violentas o poseída por algún efecto desordenado, ni cargada con demasiadas ocupaciones o apuros de cuidados. Ordinariamente, Dios no se comunica sino después que el alma se ha ejercitado en orar durante algún tiempo, según el método que se da a los principiantes.

9.º Cada uno debe permanecer fielmente en la oración propia del grupo que ocupa en la vida espiritual. Hay tres clases: la meditación y oración de discurso que conviene a los principiantes (vía purgativa ) ; la oración afectiva para loa que avanzan (vía iluminativa), y la contemplación u oración de unión para los perfectos (vía unitiva).