Liturgia Católica

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Tercera parte de la Introducción a la vida devota

CAPÍTULO XXXIV

CUÁNDO SE PUEDE JUGAR Y BAILAR

Para jugar y bailar lícitamente, es menester hacerlo por recreación y no por afición, durante poco tiempo, sin cansarse ni rendirse, y muy de tarde en tarde; porque el que hace de ello una cosa ordinaria, convierte el recreo en ocupación. Más, ¿en qué ocasiones se puede jugar y bailar? Las ocasiones razonables del baile y del juego indiferente son más frecuentes; las de los juegos prohibidos son más raras, porque tales juegos son más detestables y peligrosos. En una palabra, baila y juega, bajo las condiciones que ya he indicado, cuando la prudencia y la discreción te lo aconsejen, para condescender y dar gusto a la honesta tertulia en que te encuentres; porque la condescendencia, como retoño de la caridad, convierte las cosas indiferentes en buenas, y las peligrosas en permitidas, y aun quita la malicia a las que, en cierto sentido, son malas. Por esta causa, los juegos de azar, que, de otra manera, serían censurables, no lo son cuando, alguna vez, nos obliga a jugar a ellos una condescendencia razonable.


He sentido mucho consuelo al leer, en la vida de San Carlos Borromeo, que condescendía con los suizos en ciertas cosas, en las cuales, por otra parte, era muy severo; y que San Ignacio de Loyola, al ser invitado a jugar, lo aceptó. En cuanto a santa Isabel de Hungría, cuando se encontraba en reuniones de pasatiempo, muchas veces jugaba y bailaba, sin perjuicio de su devoción, la cual estaba tan arraigada en su alma que, así como las rocas que se encuentran alrededor del lago de Riotte crecen cuando son batidas por las olas, de la misma manera crecía su devoción en medio de las pompas y de las vanidades, a las cuales la exponía su condición; los grandes incendios se avivan con el viento, pero los fuegos pequeños se extinguen, si no se les resguarda.


Ave María Purísima
Cristiano Católico 19-12-2012  Año de la Fe

Vida Devota

Sea Bendita la Santa e Inmaculada Purísima Concepción de la Santísima Virgen María