Liturgia Católica
Una Santa Católica Apostólica
Visible, Infalible e Indefectible
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NOVENA AL ESPÍRITU SANTO
Instrucciones:
1.- Cada día se reza el acto de consagración al Espíritu Santo que se indica
a continuación:
Recibid ¡oh Espíritu Santo!, la consagración perfecta y absoluta de todo mi
ser, que os hago en este día para que os dignéis ser en adelante, en cada
uno de los instantes de mi vida, en cada una de mis acciones, mi Director,
mi Luz, mi Guía, mi Fuerza, y todo el amor de mi Corazón.
Yo me abandono sin reservas a vuestras divinas operaciones, y quiero ser
siempre dócil a vuestras santas inspiraciones.
¡Oh Santo Espíritu! Dignaos formarme con María y en María, según el modelo
de vuestro amado Jesús.
Gloria al Padre Creador. Gloria al Hijo Redentor. Gloria al Espíritu Santo
Santificador. Amén.
2.- Después, cada día se reza la Oración por los 7 dones del Espíritu Santo
Oh, Señor Jesucristo, que antes de ascender al cielo prometiste enviar al
Espíritu Santo para completar tu obra en las almas de tus Apóstoles y
discípulos, dígnate concederme el mismo Espíritu Santo para que Él
perfeccione en mi alma la obra de tu gracia y de tu amor. Concédeme
el
Espíritu de
Sabiduría para que pueda despreciar las cosas perecederas de
este mundo y aspirar sólo a las cosas que son eternas,
el Espíritu de
Entendimiento para iluminar mi mente con la luz de tu divina verdad,
el
Espíritu de
Consejo para que pueda siempre elegir el camino más seguro para
agradar a Dios y ganar el Cielo,
el Espíritu de
Fortaleza para que pueda
llevar mi cruz contigo y sobrellevar con coraje todos los obstáculos que se
opongan a mi salvación,
el Espíritu de
Conocimiento para que pueda conocer a
Dios y conocerme a mí mismo y crecer en la perfección de la ciencia de los
santos,
el Espíritu de
Piedad para que pueda encontrar el servicio a Dios
dulce y amable, y
el Espíritu de
Temor de Dios para que pueda ser lleno de
reverencia amorosa hacia Dios y que tema en cualquier modo disgustarlo.
Márcame, amado Señor, con la señal de tus verdaderos discípulos y anímame en
todas las cosas con tu Espíritu. Amén.
PRIMER DÍA
¡Espíritu Santo! ¡Señor de Luz! ¡Danos, desde tu clara altura celestial, tu
puro radiante esplendor!
El Espíritu Santo
Sólo una cosa es importante: la salvación eterna. Por lo tanto, sólo una
cosa hay que temer: el pecado. El pecado es el resultado de la ignorancia,
debilidad e indiferencia. El Espíritu Santo es el Espíritu de Luz, de Fuerza
y de Amor. Con sus siete dones ilumina la mente, fortalece la voluntad, e
inflama el corazón con el amor de Dios. Para asegurarnos la salvación
debemos invocar al Divino Espíritu diariamente, porque “el Espíritu viene en
ayuda de nuestra flaqueza. Pues nosotros no sabemos cómo pedir para orar
como conviene; mas el Espíritu mismo intercede por nosotros” (Rom 8,26).
Oración
Omnipotente y eterno Dios, que has condescendido para regenerarnos con el
agua y el Espíritu Santo, y nos has dado el perdón de todos los pecados,
permite enviar del cielo sobre nosotros los siete dones de tu Espíritu, el
Espíritu de Sabiduría y de Entendimiento, el Espíritu de Consejo y de
Fortaleza, el Espíritu de Conocimiento y de Piedad, y llénanos con el
Espíritu del Santo Temor. Amén.
(Padrenuestro y Avemaría, una vez. Gloria, 7 veces.)
SEGUNDO DÍA
¡Ven, Padre de los pobres. Ven, tesoros que sostienes. Ven, Luz de todo lo
que vive!
El don del Temor
El don del Santo Temor de Dios nos llena con un soberano respeto por Dios, y
nos hace que a nada temamos más que a ofenderlo por el pecado. Es un temor
que se eleva, no desde el pensamiento del infierno, sino del sentimiento de
reverencia y filial sumisión a nuestro Padre Celestial. Es el temor
principio de sabiduría, que nos aparta de los placeres mundanos que podrían
de algún modo separarnos de Dios. “Los que temen al Señor tienen corazón
dispuesto, y en su presencia se humillan” (Ecl 2,17).
Oración
¡Ven, Oh bendito Espíritu de Santo Temor, penetra en lo más íntimo de mi
corazón, que te tenga, mi Señor y Dios, ante mi rostro para siempre, ayúdame
a huir de todas las cosas que te puedan ofender y hazme merecedor ante los
ojos puros de tu Divina Majestad en el Cielo, donde Tú vives y reinas en
unidad de la siempre Bendita Trinidad, Dios en el mundo que no tiene fin.
Amén.
(Padrenuestro y Avemaría, una vez. Gloria, 7 veces.)
TERCER DÍA
Tú, de todos los consoladores el mejor, visitando el corazón turbado, da la
gracia de la placentera paz.
El don de Piedad
El don de Piedad suscita en nuestros corazones una filial afección por Dios
como nuestro amorosísimo Padre. Nos inspira, por amor a Él, a amar y
respetar a las personas y cosas a Él consagradas, así como aquellos que
están envestidos con su autoridad, su Santísima Madre y los Santos, la
Iglesia y su cabeza visible, nuestros padres y superiores, nuestro país y
sus gobernantes. Quien está lleno del don de Piedad no encuentra la práctica
de la religión como deber pesado sino como deleitante servicio. Donde hay
amor no hay trabajo.
Oración
Ven, Oh Bendito Espíritu de Piedad, toma posesión de mi corazón. Enciende
dentro mío tal amor por Dios que encuentre satisfacción sólo en su servicio,
y por amor a Él me someta amorosamente a toda legítima autoridad. Amén.
(Padrenuestro y Avemaría, una vez. Gloria, 7 veces.)
CUARTO DÍA
Tú, en la fatiga dulce alivio, refresco placentero en el calor, solaz en
medio de la miseria.
El don de Fortaleza
Por el don de Fortaleza el alma se fortalece ante el miedo natural y soporta
hasta el final el desempeño de una obligación. La fortaleza le imparte a la
voluntad un impulso y energía que la mueve a llevar a cabo, sin dudarlo, las
tareas más arduas, a enfrentar los peligros, a estar por encima del respeto
humano, y a soportar sin quejarse el lento martirio de la tribulación aún de
toda una vida. “El que persevere hasta el fin, ese se salvará”(Mt 24,13).
Oración
Ven, Oh Espíritu de Fortaleza, alza mi alma en tiempo de turbación y
adversidad, sostiene mis esfuerzos de santidad, fortalece mi debilidad, dame
valor contra todos los asaltos de mis enemigos, que nunca sea yo confundido
y me separe de Ti, Oh mi Dios y mi máximo Bien. Amén
(Padrenuestro y Avemaría, una vez. Gloria, 7 veces.)
QUINTO DÍA
¡Luz inmortal! ¡Divina Luz! ¡Visita estos corazones tuyos y llena nuestro
más íntimo ser!
El don del Conocimiento
El don del Conocimiento permite al alma darle a las cosas creadas su
verdadero valor en su relación con Dios. El conocimiento desenmascara la
simulación de las creaturas, revela su vacuidad y hace notar sus verdaderos
propósitos como instrumentos al servicio de Dios. Nos muestra el cuidado
amoroso de Dios aún en la adversidad, y nos lleva a glorificarlo en cada
circunstancia de la vida. Guiados por su luz damos prioridad a las cosas que
deben tenerla y apreciamos la amistad de Dios por encima de todo. “El
conocimiento es fuente de vida para aquel que lo posee” (Prov 16,22).
Oración
Ven, Oh Bendito Espíritu de Conocimiento, y concédeme que pueda percibir la
voluntad del Padre; muéstrame la nulidad de las cosas de la tierra, que
tenga idea de su vanidad y las use sólo para tu gloria y mi propia
salvación, siempre por encima de ellas mirándote a Ti y tus premios eternos.
Amén.
(Padrenuestro y Avemaría, una vez. Gloria, 7 veces. )
SEXTO DÍA
Si tu apartas tu gracia, nada puro permanecerá en el hombre, todo lo que es
bueno se volverá enfermo.
El don del Entendimiento
El Entendimiento, como don del Santo Espíritu, nos ayuda a aferrar el
significado de las verdades de nuestra santa religión. Por la fe las
conocemos, pero por el entendimiento aprendemos a apreciarlas y a
apetecerlas. Nos permite penetrar el profundo significado de las verdades
reveladas y, a través de ellas, avivar la novedad de la vida. Nuestra fe
deja de ser estéril e inactiva e inspira un modo de vida que da elocuente
testimonio de la fe que hay en nosotros. Comenzamos a “caminar dignos de
Dios en todas las cosas complaciendo y creciendo en el conocimiento de
Dios”.
Oración
Ven, Oh Espíritu de Entendimiento, e ilumina nuestras mentes, que podamos
conocer y creer en todos los misterios de la salvación, y que por fin
podamos merecer ver la eterna luz en la Luz, y en la luz de la gloria tener
una clara visión de Ti y del Padre y del Hijo. Amén.
(Padrenuestro y Avemaría, una vez. Gloria, 7 veces.)
SÉPTIMO DÍA
Sana nuestras heridas, renueva nuestra fuerza. En nuestra aridez derrama tu
rocío. Lava las manchas de la culpa.
El don de Consejo
El don de Consejo dota al alma de prudencia sobrenatural, permitiéndole
juzgar con prontitud y correctamente qué debe hacer, especialmente en
circunstancias difíciles. El Consejo aplica los principios dados por el
Conocimiento y el Entendimiento a los innumerables casos concretos que
confrontamos en el curso de nuestras diarias obligaciones en tanto padres,
docentes, servidores públicos y ciudadanos cristianos. El Consejo es sentido
común sobrenatural, un tesoro invalorable en el tema de la salvación. “Y por
encima de todo esto, suplica al Altísimo para que enderece tu camino en la
verdad” (Ecl 37,15).
Oración
Ven, Oh Espíritu de Consejo, ayúdame y guíame en todos mis caminos para que
siempre haga tu Santa Voluntad. Inclina mi corazón a aquello que es bueno,
apártame de todo lo que es malo y dirígeme por el sendero recto de tus
Mandamientos a la meta de la vida eterna que yo anhelo. Amén.
(Padrenuestro y Avemaría, una vez. Gloria, 7 veces. )
OCTAVO DÍA
Dobla la voluntad y el corazón obstinado, funde lo que está helado, calienta
lo que está frío. Guía los pasos que se han desviado!
El don de Sabiduría
Abarcando a todos los otros dones, como la caridad abraza a todas las otras
virtudes, la Sabiduría es el más perfecto de los dones. De la Sabiduría está
escrito: “todo lo bueno vino a mí con Ella, y riquezas innumerables me
llegaron a través de sus manos”. Es el don de la Sabiduría el que fortalece
nuestra fe, fortifica la esperanza, perfecciona la caridad y promueve la
práctica de la virtud en el más alto grado. La Sabiduría ilumina la mente
para discernir y apreciar las cosas de Dios, ante las cuales los gozos de la
tierra pierden su sabor, mientras la Cruz de Cristo produce una divina
dulzura, de acuerdo a las palabras del Salvador: “Toma tu cruz y sígueme,
porque mi yugo es dulce y mi carga ligera”.
Oración
Ven, Oh Espíritu de Sabiduría y revela a mi alma los misterios de las cosas
celestiales, su enorme grandeza, poder y belleza. Enséñame a amarlas sobre
todo y por encima de todos los gozos pasajeros y las satisfacciones de la
tierra. Ayúdame a conseguirlas y a poseerlas para siempre. Amén.
(Padrenuestro y Avemaría, una vez. Gloria, 7 veces.)
NOVENO DÍA
Tú, en aquellos que siempre más te confiesan y te adoran, en tus siete
dones, desciende. Dales alivio en la muerte. Dales vida Contigo en las
alturas. Dale los gozos que no tienen fin. Amén.
Los frutos del Espíritu Santo
Los dones del Espíritu Santo perfeccionan las virtudes sobrenaturales al
permitirnos practicarlas con mayor docilidad a la divina inspiración. A
medida que crecemos en el conocimiento y en el amor de Dios, bajo la
dirección del Santo Espíritu, nuestro servicio se torna más sincero y
generoso y la práctica de las virtudes más perfecta. Tales actos de virtudes
dejan el corazón lleno de alegría y consolación y son conocidos como frutos
del Espíritu Santo. Estos frutos, a su vez, hacen la práctica de las
virtudes más activa y se vuelven un poderoso incentivo para esfuerzos aún
mayores en el servicio de Dios.
Oración
Ven, Oh Divino Espíritu, llena mi corazón con tus frutos celestiales:
caridad, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y
templanza. Que nunca esté yo cansado en el servicio de Dios sino que, por
continua y fiel sumisión a tu inspiración, merezca estar eternamente unido
con Tu Divina Majestad.