Divina Gratia
Liturgia Católica
Imitación de Cristo
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Libro tercero
Capítulo
IV
Debemos conversar delante de Dios con verdad y
humildad.
Jesucristo:
1. Hijo, anda delante de Mí en verdad, y búscame siempre
con sencillez de
corazón. El que anda en mi presencia en verdad será defendido de los malos
encuentros, y la verdad le librará de los engañadores, y de las murmuraciones de
los malvados. Si la verdad te libraré, serás verdaderamente libre, y no
cuidarás de las palabras vanas de los hombres.
El Alma:
2. Verdad es, Señor; y así
te suplico que lo hagas conmigo. Enséñeme tu verdad,
y ella me guarde y me conserve hasta alcanzar mi salvación. Ella me libre de
toda mala afición y amor desordenado, y andaré contigo en gran libertad de
corazón.
Jesucristo:
3. Yo te enseñaré, dice la verdad, lo que es recto y agradable
delante de Mí.
Piensa en tus pecados con gran descontento y tristeza, y nunca te juzgues ser
algo por tus buenas obras. En verdad eres pecador, sujeto y enredado en muchas
pasiones. Por ti siempre vas a la nada; pronto caes, pronto eres vencido, presto
te turbas, y presto desfalleces. Nada tienes de que puedas alabarte; pero mucho
de que humillarte; porque eres más flaco de lo que puedes pensar.
4. Por eso, no te
parezca gran cosa, alguna de cuantas haces. Nada tengas por
grande, nada por precioso y admirable; nada estimes por digno de reputación,
nada por alto, nada por verdaderamente de alabar y codiciar, sino lo que es
eterno. Agrádete sobre todas las cosas la verdad eterna, y desagrádete siempre
sobre todo tu grandísima vileza. Nada temas, ni desprecies, ni huyas cosa alguna,
tanto como tus vicios y pecados, los cuales te deben desagradar más que los
daños de las cosas. Algunos no andan sencillamente en mi presencia; sino que,
guiados de cierta curiosidad y arrogancia, quieren saber mis secretos, y
entender las cosas altas de Dios, no cuidando de sí mismos, ni de su salvación.
Estos muchas veces caen en grandes tentaciones y pecados por su soberbia y
curiosidad, porque Yo les soy contrario.
5. Teme los juicios de Dios; atemorízate de la
ira del Omnipotente; no quieras
escudriñar las obras del Altísimo; si no examina tus maldades, en cuántas cosas
pecaste, y cuántas buenas obras dejaste de hacer por negligencia. Algunos tienen
su devoción solamente en los libros, otros en las imágenes; y otros en señales y
figuras exteriores. Algunos me traen en la boca; pero pocos en el corazón. Hay
otros, que alumbrados en el entendimiento y purgados en el afecto, suspiran
siempre por las cosas eternas, oyen con pena las terrenas, y con dolor sirven a
las necesidades de la naturaleza; y estos sienten lo que habla en ellos el
espíritu de verdad. Porque les enseña a despreciar lo terrestre y amar lo
celestial, aborrecer el mundo y desear el cielo de día y de no