Liturgia Católica
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Tercera parte de la Introducción
a la vida devota
CAPÍTULO XVIII
LOS AMORÍOS
Cuando estas amistades frívolas
se entablan entre personas de diferente sexo y sin mirar al matrimonio,
se llaman amoríos, porque, no siendo abortos, o mejor dicho, fantasmas
de la amistad, no pueden llevar el nombre de amistad ni de amor, a causa
de su incomparable vanidad e imperfección. Por ellas, pues, los
corazones de los hombres y de las mujeres quedan aprisionados, esclavos
y encadenados los unos con los otros, con vanos y locos afectos,
fundados en estas frívolas comunicaciones y placeres ruines de que
acabamos de hablar. Y aunque estos necios amores acaban, ordinariamente,
por fundirse y precipitarse en carnalidades y lascivias feas, no es,
empero, este el primer intento de los que se entretienen en ellos; de lo
contrario ya poseerían amoríos, sino manifiestas torpezas. En algunos
casos, podrán pasar aún muchos años, sin que, entre los tocados de esta
locura, ocurra alguna cosa, directamente contraria a la castidad del
cuerpo, porque se contentan únicamente con desahogar su corazón con
deseos, anhelos, suspiros, galanterías y otras necesidades y vanidades
parecidas, y esto con diversas pretensiones.
Unos no intentan
otra cosa que satisfacer a su corazón, dando y recibiendo amor, guiados
en esto por su inclinación amorosa, y estos, cuando escogen sus amores, solo tienen en cuenta si son o no de su agrado y según sus instintos, de
manera que, al encontrarse con una persona que les place, sin examinar
el interior y el comportamiento de la misma, dan comienzo a este cambio
de amoríos, y se enredan en la miserable red de la cual a duras penas
podrán salir. Otros obran movidos por la vanidad, pues creen que es una
cosa muy gloriosa cautivar y ligar los corazones con el amor; y estos,
como que andan en pos de la gloria, ponen sus trampas y tienden sus
redes en lugares de relumbrón, distinguidos, raros e ilustres. A otros
les guía la inclinación amorosa y, a la vez, la vanidad, pues, aunque su
corazón se inclina al amor, no se entregan a este, sí, al mismo tiempo,
no pueden lograr alguna ventaja gloriosa.
Tales amistades son
todas malas, locas y vanas: malas, porque conducen y acaban, al fin, en
el pecado de la carne, y roban el amor y, por consiguiente, el corazón,
a Dios, a la esposa y al marido, a los cuales se deben; locas, porque
carecen de fundamento y de motivo; vanas porque no producen ningún
provecho, ni honor ni contento.
Al contrario, malbaratan el tiempo, son
un estorbo para el honor, y no dan otro placer que el de un desazonado
querer y esperar, sin saber lo que se pretende ni lo que se quiere.
Porque a estos desdichados y débiles espíritus les parece que siempre
hay un, no sé qué envidiable en las manifestaciones de amor que se les
hacen, y no saben precisar en qué consiste; y, así, su deseo nunca se ve
saciado, sino que siempre anda en desasosiego su corazón, con perpetuas
desconfianzas, celos e inquietudes.
San Gregorio Nacianceno, escribiendo contra las mujeres vanas, dice
maravillas en esta materia. He aquí una muestra, dirigida a las mujeres,
pero, aplicable también a los hombres: «Tu natural belleza basta para tu
marido; pero, si es para varios hombres, como una red para una bandada
de pájaros, ¿qué ocurrirá? Aquel te será agradable, a quien haya sido
agradable tu belleza, y le devolverás mirada por mirada; en seguida
acudirán las sonrisas y las palabritas de amor, encubiertas al
principio, más pronto te familiarizarás con ellas, y pasarás a la
galantería manifiesta.
Guárdate bien, lengua mía, de decir lo que
ocurrirá después, pero quiero añadir otra verdad: nada de cuanto los
jóvenes y las muchachas dicen o hacen, en medio de estas necias
complacencias, está exento de grandes aguijones. En todo este fárrago de
amoríos, unos se embrollan con otros, y unos atraen a otros, como el
hierro atraído por un imán arrastra consigo, consecutivamente, a otros
hierros».
¡Oh! ¡Y qué bien habla este gran obispo! ¿Qué
piensas hacer? Dar amor, ¿no es verdad? Pero nadie da voluntariamente
amor sin que, a la vez, lo reciba; en este juego, el que coge es cogido.
La hierba aproxis recibe y toma el fuego en cuanto lo ve; lo mismo hacen
nuestros corazones: en cuanto ven una alma inflamada de amor, al
instante son abrasados por ella. Yo quiero recibir amor, dirá alguno,
pero no quiero ir tan lejos.
¡Ah!, te engañas: este fuego del amor es más vivo y penetrante de lo que te imaginas; procurarás no recibir más
que una chispa, y quedarás maravillada al ver, en un momento, abrasado
tu corazón reducido a ceniza todas tus resoluciones y a humo tu buen
nombre. Exclama el Sabio: «¿quién tendrá compasión de un fascinador
mordido por una serpiente?» Y yo exclamo con él: ¡Oh!, locos e
insensatos, ¿queréis fascinar el amor, para poderlo manejar a vuestro
sabor? Queréis jugar con él, y él os picará y morderá traidoramente, y
¿sabéis lo que dirán de ello? Todo el mundo se burlará de vosotros y se
reirá de vuestra pretensión de querer encantar el amor y de haber
querido, con necia presunción, introducir en vosotros una peligrosa
serpiente que os ha echado a perder y ha perdido vuestra alma y vuestro
honor.
¡ Dios mío, qué ceguera es esta, jugar así al
fiado, sobre prendas tan livianas, con el principal tesoro de nuestra
alma! Sí, Filotea, puesto que Dios no quiere al hombre, sí no es por el
alma; ni el alma, si no es por la voluntad; ni la voluntad, si no es por
el amor. ¡ Ah, Señor! Nuestro amor no llega, ni de mucho, al grado que
requiere; quiero decir que nos falta infinitamente para tener el que se
necesita para amar a Dios, y, no obstante, miserables de nosotros, lo
prodigamos y lo, malbaratamos en cosas vanas, vacías y frívolas, como si
nos sobrase.
¡Ah!, este gran Dios, que se había reservado el amor de
nuestras almas, en reconocimiento de su creación, conservación y
redención, exigirá una cuenta muy estrecha por estas locas sustracciones
que de él le hacemos; porque si, con tanto rigor, ha de examinar las
palabras ociosas, ¿qué no hará con las amistades vanas, inconvenientes,
locas y perniciosas?
El nogal es muy dañoso a las viñas y a
los campos en los cuales está plantado, pues, siendo tan grande, absorbe
todo el jugo de la tierra, la cual se hace impotente para alimentar a
las otras plantas; su follaje es tan tupido, que hace una sombra muy
grande y muy espesa, bajo la cual son atraídos los viandantes, quienes,
para coger el fruto, destrozan y pisotean cuanto hay alrededor. Estos
amoríos causan los mismos daños al alma, pues la absorben de tal manera
y atraen tan fuertemente sus movimientos, que no puede, después, llegar
a hacer ninguna obra buena: las hojas, es decir, las conversaciones, los
juegos, los requiebros son tan frecuentes, que malbaratan todo el
tiempo, y, finalmente, son causa de tantas tentaciones, distracciones,
sospechas y otras consecuencias, que todo el corazón queda pisoteado y
deshecho. Resumiendo, estos amoríos ahuyentan, no solo el amor
celestial, sino también el temor de Dios, enervan el espíritu, debilitan
la reputación: son, en una palabra, el juguete de las cortes, pero la
peste de los corazones.
Ave María Purísima
Cristiano Católico 18-12-2012 Año de la Fe
Vida Devota
Sea Bendita la Santa e Inmaculada Purísima Concepción de
la Santísima Virgen María