Liturgia Católica

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Tercera parte de la Introducción a la vida devota


CAPÍTULO XXI


ADVERTENCIA Y REMEDIOS CONTRA LAS MALAS AMISTADES


Más, ¿qué remedios hay contra la peste y podredumbre de locos amores, necedades e impurezas? Enseguida que sientas sus primeros síntomas, vuélvete del otro lado, y, con una absoluta detestación de estas vanidades, corre a la cruz de El Salvador y toma su corona de espinas, para cercar con ella tu corazón, a fin de que estas pequeñas zorras no se le acerquen. Guárdate bien de dar beligerancia a este enemigo; no digas: «le escucharé, pero nada haré de cuanto me diga; le escucharé, pero le negaré el corazón». ¡Ah Filotea!, por Dios, sé muy rigurosa en tales ocasiones; el corazón y el oído se complacen mutuamente, y, así como es imposible detener un torrente que ha empezado a precipitarse por la vertiente de una montaña, así también es difícil impedir que el amor que se ha deslizado por el oído, no penetre en el corazón.

 

Según Alemeón, las cabras respiran por el oído; Aristóteles lo niega, y yo no sé lo que en ello hay de verdad; pero una cosa sé, y es que nuestro corazón alienta por los oídos, y que, así como aspira y exhala sus pensamientos por la lengua, así también respira por los oídos, por los cuales recibe los pensamientos de los demás. Guardemos, pues, con mucho cuidado, nuestros oídos del aire de las palabras necias; porque, de lo contrario, nuestro corazón quedará, con frecuencia, apestado. No escuches ninguna clase de proposiciones, sea cual sea el pretexto con que te sean hechas; solamente en este caso, no hay peligro de que seas descortés y huraña.


Recuerda que has consagrado tu corazón a Dios, y que, habiéndole sacrificado tu amor, sería un sacrilegio robarle una sola brizna; al contrario, sacrifícaselo de nuevo, con mil resoluciones y protestas, y permaneciendo en medio de estas como un ciervo en su refugio, acude a Dios; Él te socorrerá, y su amor tomará el tuyo bajo su protección, para que viva únicamente por Él.


Pero, si ya has quedado cogida en las redes de estos locos amores, ¡Dios mío, que dificultad en desprenderte de ellas! Ponte delante de su divina Majestad; reconoce, en su presencia, la grandeza de tu miseria, tu flaqueza y tu vanidad; después, con el mayor esfuerzo de tu corazón que te sea posible, detesta estos amores comenzados; abjura la vana profesión que de ellos hubieres hecho; renuncia a todas las promesas recibidas, y, con una muy grande y decidida voluntad recoge tu corazón y resuelve nunca más expansionarte con estos juegos y entretenimientos de amor.


Si puedes alejarte de la ocasión, te lo aprobaré infinito, porque así como los que han sido mordidos de la serpiente no pueden fácilmente curarse en presencia de los que, en otra ocasión, han sido picados por el mismo animal, así la persona que ha sido mordida por el amor, difícilmente curará de esta pasión, mientras esté cerca de la otra que haya recibido la misma mordedura. El cambio de lugar es el gran sedante para calmar los ardores y las inquietudes, así de amor como del dolor.

 

El jovencito del cual habla San Ambrosio, en el libro segundo de La Penitencia, después de haber hecho un largo viaje, se sintió completamente libre de los locos amores que había tenido, y quedó tan trocado, que, al encontrarle su loca enamorada y al decirle: «¿No me conoces? Soy la misma», respondió él: «Sí, ciertamente, pero yo no soy el mismo»; la ausencia había producido, en él, esta mudanza. Y San Agustín afirma que, para calmar el dolor que sintió a la muerte de su amigo, salió de Tagaste, donde este había muerto, y se fue a Cartago.


Más, ¿qué ha de hacer el que no puede ausentarse? Es menester que rompa absolutamente con toda conversación particular, con todo trato secreto, con las miradas dulces, con las sonrisas y, en general, con toda clase de comunicación y cebo que puedan alimentar este fuego maloliente y humeante; o, en último extremo, si es imprescindible hablar con el cómplice, que sea para declarar, con una atrevida, breve y severa protesta, el eterno divorcio que se ha jurado. A todos los que han caído en estas redes les digo a veces: «Cortad, rasgad, romped»; no es caso de entretenerse en descoser estas locas amistades, es menester rasgarlas; no es caso de deshacer los nudos, es menester romperlos o cortarlos; por otra parte, se trata de unas cuerdas y ataduras que no tienen valor alguno. No se ha de remendar un amor que es tan contrario al amor de Dios.


Pero, después que haya roto las cadenas de esta infamante esclavitud, ¿quedará todavía en mí algún resabio de ella? ¿ Las marcas y los trazos de los hierros dejarán también señales en mis pies, es decir, en mis afectos? De ninguna manera, Filotea, si concibes el aborrecimiento que tu mal merece; porque, supuesto que dejase rastro en ti, no serías agitada por ningún movimiento que no fuese el de un gran horror al amor infamante y a todo cuanto de él se deriva. Y permanecerías libre de todo otro afecto hacia el objeto abandonado, que no fuese una purísima caridad para con Dios.

 

Pero, si por la imperfección de tu arrepentimiento, quedan todavía en ti algunas malas inclinaciones, procura a tu alma una soledad mental, según lo que te he enseñado más arriba, y recógete en ella cuanto puedas, y, con mil reiterados impulsos de tu espíritu, renuncia a todas tus inclinaciones; abjúralas con todas tus fuerzas; lee, más de lo que sueles, libros santos; confiésate y comulga con más frecuencia que de ordinario; trata humilde e ingenuamente con tu director acerca de todas las sugestiones y tentaciones que te sobrevengan en ese punto, si te es posible, o, a lo menos, con alguna alma fiel y prudente, y no dudes de que Dios te librará de toda pasión, mientras perseveres fiel a estos ejercicios.


«¡Ah! -me dirás- pero, ¿no será una ingratitud romper tan despiadadamente una amistad?» ¡Oh! ¡Dichosa ingratitud la que nos hace agradables a Dios! No, por Dios, Filotea, esto no será ingratitud, sino un gran beneficio que harás al amante, porque, al romper tus lazos, rompes los suyos, pues eran comunes a ambos, y, aunque, de momento, no se dé, cuenta del beneficio, no tardará en reconocerlo, y como tú cantará en acción de gracias: « ¡Oh Señor!, has roto mis ataduras; yo te inmolaré la hostia de alabanza e invocaré tu santo Nombre».


Ave María Purísima
Cristiano Católico 18-12-2012  Año de la Fe
Vida Devota


Sea Bendita la Santa e Inmaculada Purísima Concepción de la Santísima Virgen María